martes, 3 de diciembre de 2013

El trabajo pedagógico con jóvenes privados de libertad tiene una premisa; se debe tener un aprecio por la vida, aún en las condiciones más duras de existencia.
Esto significa que el docente debe tener vocación de transmitir conocimientos en su área específica, pero además una posición respecto de una situación de vida no elegida, (ni por el educando ni por el educador), y que se articula en un espacio y en un tiempo que significa para los educandos un corte en las relaciones sociales amplias, y por supuesto una pérdida de acceso al mundo de la cultura y la educación formal.
No existe un tiempo realmente predeterminado para transmitir esos conocimientos, y el trabajo principal debe consistir en producir  a través de su disciplina, los cambios internos necesarios en los jóvenes que hagan posible un nuevo relacionamiento de los mismos  con el mundo. También pasa por lograr que el joven pueda verbalizar emociones, inquietudes y deseos, que se obturan por el contexto persecutorio que genera la privación de libertad, lo que dificulta también la tarea de educar.
Concretamente en las artes plásticas, esa verbalización de emociones, puede ser sustituida por la comunicación a través del hacer del joven. Las creaciones de cada joven privado de libertad, más allá de sus logros técnicos o estéticos, permiten un acercamiento, una comunicación con el adulto que lo acompaña en estas circunstancias, que además  debe saber interpretar esas emociones, y deseos manifestados por los adolescentes a través del hacer "creativo". Eso implica también una formación permanente de los educadores que trabajamos en contextos de privación de libertad o medidas alternativas a la misma.













No hay comentarios:

Publicar un comentario